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EL RINCON DE CHENCHO: "El mundo por montera" Por Uxúa Mena

EL RINCON DE CHENCHO:  "El mundo por montera" Por Uxúa Mena

No hay país que no haya pisado. Su récord: 50 viajes en un año. Sus compañeros de andanzas: reyes, presidentes y embajadores. De política y de viajes con caché, este veterano diplomático se las sabe todas. Para quienes gusten de volar en primera clase, ahí va su guía particular.

Embajadas, palacios presidenciales, coches oficiales
y cenas de postín. Cerca de 30 años con la maleta diplomática a cuestas dan para acumular codiciados secretos. También para hacerse un experto viajero. Inocencio Arias (Albox, 1940), hoy cónsul general en Los Ángeles y durante siete años embajador de España en la ONU, acaba de publicar Confesiones de un diplomático. Del 11-S al 11-M (Ed. Planeta), un divertido y revelador libro sobre los hilos, y remiendos, que mueven la alta política. Trotamundos por vocación y obligación, nos abre su cuaderno de bitácora.

XLSemanal. ¿Qué tal se viaja con un pasaporte diplomático?

Inocencio Arias.
Ahora ya no es como antes, casi no existe diferencia. En Nueva York, por ejemplo, no hay sala vip para diplomáticos. Antes no te abrían la maleta, y ahora ya sí. El problema de los viajes oficiales es que te mezclas poco con la gente. Luego, tienes otras ventajas y es que se te abren todas las puertas. En los museos, por ejemplo, dispones de los mejores guías, los que explican al rey o al presidente. Basta con arrimar un poco la oreja, con cuidado, eso sí, de no salir siempre en la foto.

XL. ¿Cómo lleva la familia tanta separación?

I.A.
Bien, aunque no es una buena vida para ella porque te tienes que separar de los hijos en momentos claves. Y también de la mujer o del marido, que ya hay mucha embajadora. A veces es lógico que te digan: «Oye, volvimos de Perú. Me ha costado bastante reengancharme a mi puesto de trabajo y ahora me tengo que ir contigo a Marruecos. Anda ya».

XL. Volviendo a los viajes, ¿qué lleva siempre en su maleta?

I.A.
Una pajarita y un libro.

XL. ¿Y dónde se compran las pajaritas más exclusivas?

I.A.
La mayor variedad está en Barneys y en Brook Brothers, en Nueva York. También en una tienda en Vermont, que las vende por Internet. Pero las más bonitas son las inglesas, son las más elegantemente llamativas.

XL. Tras vivir siete años en Nueva York, ¿cuál es ese lugar que el nuevo neoyorquino aprende a disfrutar?

I.A.
La calle 42 al amanecer. No tiene los edificios más altos, pero es de una belleza especial. A esa hora, el sol le da al edificio Chrysler y es apabullante. Lo ideal es enfilar esta calle desde Naciones Unidas.

XL. Hablando de Naciones Unidas, ¿cómo se lidia diplomáticamente con un embajador que pide ‘favores’ políticos en los urinarios, como cuenta en su último libro?

I.A.
Ya me habían advertido de la cantidad de gente que quiere presentarse en los lavabos. La primera vez fue un colega africano. Se colocó a mi lado. Me giré, aún con las manos ocupadas, y me dijo: «Embajador, ¿se va a acordar su Gobierno de mi modesto país para la elección de la comisión?
XL. ¿Y qué le contestó?

I.A.
Un good morning y salí como pude.

XL. Eso se llama ser diplomático. ¿Qué costumbres, que un diplomático está obligado a conocer, son recomendables antes de ver mundo?

I.A.
Si estás con un árabe, no cruces las piernas y le enseñes la suela. Si lo recibes en casa, no pongas cerdo (con lo socorrido que es el jamón en nuestra Embajada) y, si no lo conoces, tampoco vino. En Irán no se les da la mano a las señoras. Recuerdo que, en una cena privada con el embajador iraní, fui a dar la mano a su mujer y ésta reculó inmediatamente, y, salvo mi esposa y su marido, no había nadie delante. En EE.UU., por ejemplo, se increpa hasta a un botones ante el menor desaire a la bandera. ¡El menor! Recuerdo que, en un partido de baloncesto entre dos equipos americanos, casi tenemos un incidente porque alguien de nuestra delegación tardó en ponerse de pie cuando la bandera entró a la cancha.

XL. Tengo entendido que, además de su afición a los deportes, especialmente a los partidos del Real Madrid, también le gusta mucho la ópera...

I.A.
Sí, voy mucho. Mis favoritas son Lucia di Lammermoor y Otelo. Nueva York es el mejor sitio para ir a la ópera. Ves a primeras figuras y, además, del 21 de septiembre al 20 de abril hay todos los días. En una semana puedes ver cuatro o cinco distintas. Eso ocurre en muy pocas ciudades. En cuanto a teatros espectaculares, el Regio, en Parma, es precioso. La ópera de París es muy impresionante, la escalera y los pasillos tienen mucho empaque, pero luego te das cuenta de que el escenario es muy pequeño.

XL. Ha estado destinado en las Embajadas de Bolivia, Argelia, Portugal... ¿Dónde alojaría a un bon vivant?

I.A.
En Lisboa hay un hotel encantador que se llama As Janeras Verdes. Es una especie de pensión inglesa con muy pocas habitaciones, muy agradable, un poquito más apartado, pero en una zona con mucho caché, cerca de Lapa.

XL. Si hablamos de gastronomía, ¿qué platos bien merecen un viaje?

I.A.
En México, la sopa con chicharrones es un monumento de la gastronomía mundial. Otro plato, quizá más basto, es el ajiaco. Se hace con tres clases de patatas, lleva alcaparras, maíz... Se toma en Bogotá y lo hacen muy bien en el restaurante que está al lado del palacio presidencial. La mejor sopa de chicharrones que he tomado fue en el castillo de Chapultepec, en una comida presidencial. En mi mesa, me tocó el embajador de Francia, que se quería ir a los toros pero no se atrevía a levantarse. Y le dije: «Embajador, váyase, si nadie va a preguntar. Pero deme sus chicharrones».

XL. Y se fue.

I.A.
Sí, sí. Se fue y me dio su plato.

XL. Cuénteme un cotilleo de nivel: ¿en qué Embajada son mejores los canapés?

I.A.
En la que no te equivocas es en la de China. Y en la griega, una comida con tintes libaneses y un pescado fantástico.

XL. Así que si la cena resulta aburrida, siempre quedará la comida.

I.A.
Sí, en estas cenas te puede tocar una persona interesantísima o un peñazo y tienes que mantener el tipo. O puedes tener, como me ha pasado o mí en un par de ocasiones, dos señoras a ambos lados que no hablan ni francés ni inglés ni español ni italiano ni alemán. Ahí, sólo cabe encomendarte a la comida.

XL. ¿Dónde se escucha aún a buenos conversadores?

I.A.
El político latinoamericano habla muy bien, aunque a veces son un poco ampulosos. El uruguayo Sanguineti, el peruano Alan García... Y ya en la ONU, hablando de texto lógico, que se entiende, que no se le va la cabeza, los británicos y los singapureños son gente que van al grano, sin quemar etapas ni dilatarse y siempre con algo explosivamente citable.

XL. En su libro cuenta que si, en un discurso de la ONU, alguien intercalara incoherencias con la jerga onusiana (‘desarrollo sostenible’, ‘mantenimiento de la paz’...), nadie se daría cuenta.

I.A.
Sí, sí, muy pocos.

XL. ¿Qué lugar escogería para una reunión internacional muy delicada?

I.A.
España, sin duda. Mallorca, Sevilla o Gerona. Los españoles no les caemos bien a todo el mundo, pero les caemos mal a muy pocos. Por esa razón se celebró aquí la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio en 1995. París daba bofetadas por organizarlo, pero tuvo objeciones fortísimas. Además, tenemos buena logística.

XL. Su paraíso particular...

I.A.
La mejor excursión que yo he hecho es Cuzco y Machu Pichu. Cuzco tiene un mestizaje espectacular, una plaza bellísima y unas calles que parecen extremeñas con incrustaciones incas. Después, te montas en ese tren cremallera curiosísimo y vas a ver una de las ruinas más bonitas del mundo. Están encaramadas, colgadas, en un paraje salvaje. Es inabarcable. Como país, Guatemala, su paisaje, ciudades como Antigua, sus mercados son fantásticos. Los mercados de la Paz son muy interesantes, también la medina de Damasco, la de Túnez y el zoco de Estambul, donde aún pueden encontrarse alfombras magníficas a buen precio.

XL. Turquía, Túnez... ¿cuándo le vinieron mejor sus dotes diplomáticas?

I.A.
Con la prensa. Recuerdo que recién incorporado a la Oficina de Información Diplomática, en un viaje del presidente Suárez a Venezuela y Cuba, yo me ocupaba de la prensa. En la isla tuve que lidiar con un problema con José Oneto, a quien querían retener. Luego, en Venezuela, a punto de salir la comitiva del aeropuerto, veo que falta una maleta de la canallesca. Corrí a por ella por la pista con mi pajarita y esa humedad de Maiquetía. A los periodistas les hizo gracia y dijeron a Marcelino Oreja, el ministro: «A éste hay que ficharlo». Oreja (entonces despegaba la democracia y se cuidaban mucho las relaciones con la prensa) dijo que yo iba a todos los viajes.

XL. ¿Dónde tomaría, entonces, una copa con la canallesca?
I.A.
No tomo copas. Con tapas, el Rincón de Pepe de Murcia.

XL. Pero en esta materia, la ONU tendrá su propio cuartel general.

I.A.
La cafetería de allí, que es la que, en teoría, sale en Con la muerte en los talones, aunque era un decorado porque no dejan rodar en ella. Allí, la bebida estrella es el vodka, solo, con tónica o con coca-cola.

XL. Volviendo al ‘terruño’, ¿qué me recomienda como almeriense?

I.A.
Vélez Blanco, el pueblo en el que me he criado. Tiene un valle, La Muela, y un castillo espectaculares. De hecho, en Nueva York, si tuviera que señalar el rincón que más me emociona, es el patio del castillo de mi pueblo que está allí. Está instalado pieza a pieza en el Metropolitan Museum, lo cedió un millonario, y a mí me emociona ir. He llorado en él.

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