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La voz de mi pueblo: "DIARIO DE BIENSERVIDA" Nº 544 Por D. Luís Serrano

Lunes 24 de septiembre de 2007.

La voz de mi pueblo.

Diario de Bienservida 540º.

24º C. Sol. Día estupendo.

Ntra. Sra. de las Mercedes patrona de Barcelona, con misa cantada con asitencia de todo tipo de autoridades y religiones, además se celebra San Pacifico.Buenos días amigos, mientras, vamos a los toros pensamos mi amigo Eugenio y yo que puede ser una buen atarde a pesar de que un suave viento se adivina. Una hora antes estamos ante los antitaurinos que enfrente de la plaza con alguna vieja infiltrada para evitar palos de los mozos y las mozas (una rubia guapísima que no tiene cara de pegar).

Eugenio se empeña en mezclarse con los salvajes que nos llaman asesinos para intentar arrear a alguno una leche, le hago desistir y firmamos un manifiesto anti taurino para desahogarle. Son unos treinta en Bilbao y unos cincuenta en Barcelona.

Al decir del picador de respeto de José Tomás que fuma inquieto en el patio de caballos, donde fausto el dueño de los caballos petitorios de llaves y padre de los alguacilillos, castiga al móvil intentando localizar al mayor de sus hijos que juergueado la noche anterior va a llegar justo a encabezar el paseillo.

La plaza llena a rebosar y famosos dentro buscan foto y reportero para ser entrevistados, me quedo con la imagen del siempre Bono hablando con Alberto Boadella (cosas veredes mió Cid). No veo a Sabina, mis rubias amigas compañeras de tendido me indican estará disimulado. El primer espada en llegar fue el invitado Serafín luego triunfador por matar bien y ganador posicional al brindar entre gritos de Toreros a Rincón el último toro de la tarde.

Puntualmente comienza el espectáculo y en el paseillo los aplausos parecen indicar que cada vez que flamme un pañuelo no será pidiendo una oreja sino dos.

Rincon brinda entre aplausos a su apoderado Lozano y ya no paran las palmas, los oles y los Ays. Su segundo lo brinda al publico, que se lo come y entre orejas habilmente limpiadas con la arena del coso por el alguacilillo amigo, toma un puñado de tierra de albero, lo lleva a su boca, lo besa y el estrépito. La plaza se cae y falta aun un toro de José Tomás. Un muchacho colombiano extoiende delante de mi una bandera colombiana y la gente se mata aplaudiendo. Recuerdo a mis amigos Eduardo y Eugenia de Medellín. En España no se sacan banderas y mi amigo Juan, el vecino republicano full, me confiesa esta mañana que es españolista hasta la médula.

Tomás sale y todo comienza a cambiar. Es un torero de laboratorio que sigue en la plaza diciendo a cada momento la lección a sus oyentes. Se acerca cuando debe, se mueve lo justo para ser visto y provocar el Ay cercano al desmayo femenino. Se juega la vida y sabe hacerlo con arte, es un estudiante con premio extraordinario. Todo lo hace bien. Más el matar es el morir y morir bien es difícil. No acierta en las mollas y pierde el toro. Su segundo lo brinda al público y los gritos de torero, encienden las luces. El TORRO con mayúsculas emerge en la plaza. Tiene a todo el mundo en el talego.

Marín mató muy bien. Una aficionada a mi lado llegó a decir que mató sin estoque, evidentemente se refería al verguiíllo (sin descabellar). Los pañuelos nada más salir pedían orejas, Barcelona tiene la virtud, parecida a la copla de Aceituneros de Jaén, que en vez de decir que dos cosas son tres pares, cada pañuelo era un par de orejas.

Tomás es otra cosa, no es ni José, es un torero hecho a si mismo. De muchas horas de estudio con un sobresaliente cum laudem, que encandila a las masas. Sabe como moverse frente al toro. Sabe cuando al arrimarse se ha de mover haciendo pasar miedo a los suyos para arrancar el aplauso o más bien el Ay de las aficionadas intrépidas que gustan de la sangre y que no se pierden ripio imaginando interioridades al tener al torero cercano.

Cierto es que muchas aficionadas lo son y de verdad y hasta más entendidas que los hombres. Teníamos detrás a dos rubias cincuentonas de buen ver y pelaje, con pasta en los bolsitos otoñales, que rápidamente se hicieron con nosotros. Querían guerra y preguntaban por el campo de batalla, narrando su comida a base de cigalas y gamba roja de Palamos en restaurante de pudientes, nos excitaron las glándulas salivares.

Cuando José Tomás entró a matar el segundo y falló se me ocurrió decir a Eugenio, si mata le dan hasta mi rabo. El droguero amigo hizo un chiste fácil y las rubias entraron al quite. Se veía venir una posible excitación de otro tipo de glándulas. Preguntaron por bares cercanos, precisamente a mí. En el tendido comenzaba a entreverse otra corrida y cuando Serafín Marín iniciaba su vuelta al ruedo despedirme de las rubias, les prometí sacarlas en mi periódico, pero nada más.

Como colofón diré que si ayer José Tomás, mata pronto, no he dicho ni bien, el escándalo todavía seguiría en media España. Evidentemente es un político del arte del toreo. Nunca he dicho que sea malo. Si digo que ha estudiado el oficio y muy bien. No es ciencia innata, mueve las masas a su aire y tendrá muchos días de gloria. El día que tenga un descuido, que olvide parte de la lección, tendrá un susto enorme. Y no se lo deseo. Ni muchísimo menos, es un hombre que ha traído la resurrección a la fiesta. Pero me queda la reconcomia del excelente aprendizaje. A mí de los toros me gusta el toreo al natural.

Pusimos proa a Badalona a intentar gozar con mi Madrid, que no me gustó ayer. Al llegar a casa, cené y al acostarme hice lo que ningún buen marido debe hacer, contar la verdad a su mujer. Evidentemente su enfado demostró que no me creyó. Con lo orgullosos que enseñamos a las rubias las fotos que el mozo de estoques de José Tomás nos dio en el patio de caballos, con el comentario de vamos a firmarlas, para que nuestras mujeres crean hemos venido a la plaza. Las rubias, que estaban solas, comenzaron a intentar torear por bajines.

Pero Eugenio y yo tenemos muchas plazas visitadas. A la vejez ¡viruelas! qué dicen por Bienservida y por El Burgo.

Acabado el espectáculo creo es mejor callar y si acaso cenar en el Rosa Náutica de Lima mientras las nubes mojan sin llover la cercana playa.

Hasta mañana si Dios quiere, saludos Luís.

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