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PUNTO DE MIRA: " El mitin de los cobardones" Por ANTONIO BURGOS

ESTO es lo más grande del mundo. Cuanto más vives esta ciudad, más intensa, más hondamente, menos la comprendes. No, no es cuestión de libros, de comprarte «Conozca Sevilla en 10 días». Ni tampoco de irte a Beta y pedirle a María Cruz López Machado que te dé cuarto y mitad bien despachado de libros sobre Sevilla, del «Cicerone» de Guichot a la «Arquitectura Civil», pasando por el Matute y el Ortiz de Zúñiga, para empaparte bien empapochada la Historia de la ciudad, sus monumentos, sus costumbres, sus personajes, o los hijos ilustres que están (de momento) en la balaustrada de San Telmo que da al Foso, que veremos a ver lo que duran, porque no tienen nada que ver con la modernidad, con la mayoría de progreso de Chaves, con la restauración de Matasuegra ni con ná.

Yo creía que conocía a esta ciudad, tan católica y oficialmente Mariana en su escudo, tan profunda en sus convicciones cristianas. Hasta que el otro día me encargaron que diera un discurso precisamente relacionado con estas cuestiones, vamos, con el anuncio de unas fiestas religiosas que vamos a celebrar aquí en Sevilla, me parece a mí que no por primera vez precisamente, y que, según tengo entendido, si es que no estoy mal informado (que ésta es otra) no tienen nada que ver ni con el budismo, ni con el sintoísmo, ni con el islamismo ni con ninguna otra fe o creencia, sino con la Iglesia Católica, Apostólica y más Sevillana que Romana, diría yo, aunque de Roma, de Senatus Populusque y de penachos de los armaos y de plumerío de centuriones en lo alto de los pasos de misterio esté la cosa bien despachada.

Y como tengo entendido que es doctrina de esa Santa Iglesia oponerse a esa forma de asesinato que llaman eutanasia, o, más por lo fino, «derecho a una muerte digna»; y como tengo entendido que esa Santa Iglesia mantiene que la lucha por el derecho a la vida es fundamental para el cristiano desde el momento mismo de la concepción y que hay que considerar al aborto como una forma de pena de muerte, con trituradora, además, para no dejar huella de la matanza de inocentes... Y como tengo entendido todo esto, que fue lo que me enseñaron las hermanas de la Doctrina Cristiana en la calle Guzmán el Bueno y los jesuitas en el colegio de Portaceli, por aquello del mandamiento del «no matarás», pues, iluso de mí, en el mentado discurso sobre las verdades del barquero de la lancha de Peana de la fe según el evangelio popular, nada apócrifo, sino verdadero, de Sevilla, se me ocurrió hablar, ¿de qué se creen ustedes? Pues de lo mismo que dice el Papa de Roma. O sea, de largar fiesta contra la pena de muerte y sus dos formas hodiernas del aborto y la eutanasia. ¡Para qué lo hice! Ya andan diciendo por ahí las lenguas de doble filo, los políticamente correctos, algunos cobardones que se esconden bajo un antifaz y se echan el esternón abajo dándose golpes de pecho, más falsos que los duros de Cobián los muy hipocritones, que eso fue convertir ese discurso en un mitin. Aparte de que a mí esas cosas me la sudan, porque tengo comprado en la Droguería de la Puertalarená un desodorante de níspero que les recomiendo, que nunca te abandona a media tarde, a mí todo esto me hace mucha gracia. ¿No habláis de «testimonio cristiano» y de «vivencias cofrades», hijos míos de mi alma? Y lo que dice el Papa y mantiene la Santa Iglesia Católica como principios, ¿qué?, ¿que no entra en esas vivencias cofrades y en esos testimonios cristianos de los que tanto alardeáis? ¿O es que el hecho de que un mamoncete por libre os recuerde esas cosas os fastidia el pasodoble para que entreguéis tan servilmente las varas doradas a los que representan los partidos abortistas y llevéis a a los talleres de los artesanos, para que den el primer gubiazo, a los barandas que promueven la «muerte digna», vulgo eutanasia, en los hospitales públicos? ¿O es que acaso pensáis recibir como hermano de honor a ese tristemente célebre Doctor Muerte del hospital de Leganés, y entonces os estropeo el pasodoble o la marcha procesional, mira qué bonita viene, recordándoos ni más ni menos, como decía Valdés Leal, cuanto dice el Papa sobre defensa de la vida en todas sus consecuencias?

¡Tequiyá, meapilas! ¿Mitin yo? Tú sí que estás pegando un mitin, un triste mitin, con tu deleznable cobardía bajo el antifaz de los golpes de pecho de tus vivencias de mojón...

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