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EL RINCON DE CHENCHO: "DIÁLOGO (de sordos) DE CIVILIZACIONES" Por D. Inocencio Arias

EL RINCON DE CHENCHO:  "DIÁLOGO  (de sordos) DE CIVILIZACIONES" Por D. Inocencio Arias Gran Bretaña ha tenido las agallas, o el humor para algunos, de conceder el título de “Sir” al escritor Salman Rushdie. Algunos fundamentalistas islámicos toman nota y dan un aviso funesto.

Rushdie publicó hace años, como se recuerda, una novela, Los versos satánicos, considerada blasfema por bastantes islamistas. Un ayatolá lanzó una soflama autorizando la ejecución por impío del escritor que, exilado en Gran Bretaña, pasó a la clandestinidad. En sus raras apariciones en público iba fuertemente custodiado y trasladó posteriormente su residencia a Estados Unidos.

La distinción actual reaviva la polémica. Nada menos que un ministro pakistaní ha reaccionado comentando que el gesto británico justificaba que hubiera atentados suicidas. La declaración muestra flagrantemente el abismo que separa el mundo occidental del islámico.

En Occidente, la distinción a Rushdie se ve como el reconocimiento a la obra literaria de uno de los escritores actualmente más sobresalientes de la lengua inglesa. El contenido político o religioso de sus novelas es irrelevante. En sectores del mundo islámico, por el contrario, se estima que las manifestaciones religiosas iconoclastas no sólo merecen la pena capital para su autor sino que, de una u otra forma, justifican la comisión de actos violentos en que morirían otros inocentes.

Uno puede, con respecto al mundo occidental, preguntarse sobre la oportunidad de la iniciativa del Gobierno británico. Pero, pasada más de una década desde la salida de la novela, ¿cuándo sería el momento adecuado para condecorar a Rushdie? ¿No sería una muestra de cobardía el doblegar nuestra concepción de la libertad de pensamiento a lo que dicten los integristas?

Con respecto al mundo islámico, lo que asombra es el estruendoso silencio que se produce en autoridades y en la mayor parte de los pensadores cuando surge un exabrupto como el del ministro pakistaní que sanciona, aun indirectamente, la violencia. No se comprende cómo no brotan inmediatamente mil voces denunciando que la distinción a un autor no justifica en ningún caso la inmolación de un montón de inocentes. Como en el caso de las caricaturas de Mahoma, en el universo islámico, ya en el siglo XXI, hace falta una buena dosis de pedagogía: gente con autoridad y valor que explique que en Occidente la crítica es libre, que si hay chirriantes o insultantes representaciones de los símbolos cristianos resulta imposible suprimir las caricaturas sobre los islámicos y que los ataques a la religión, aunque hieran sensibilidades, no deben acarrear actos violentos en el mundo en que vivimos. Hubo pocas explicaciones entonces y habrá pocas con Rushdie. Hay que preguntase por que y la respuesta no es halagüeña.

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